jueves, 14 de julio de 2011

Rodolfo Abularach


Biografia

Rodolfo Abularach, nació en Guatemala, Guatemala en 1933.

Perteneciente a una brillante generación de artistas nacionales (Luis Díaz, Ramón Banús, Roberto Cabrera, Margarita Azurdia, entre otros), Abularach estudió en Pasadena en 1953, en California y más tarde en México. De 1954 a 1957 estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Ciudad de Guatemala mientras que realizaba investigaciones sobre el arte folclórico para la Dirección de Bellas Artes, pero es virtualmente autodidacta y en sus comienzos fue dibujante y pintor de escenas de corridas de toros.

Abularach partió en 1959 con una beca de estudios del gobierno de Guatemala a Nueva York, ciudad en la que decidió radicarse y desde donde ha realizado lo más relevante de su producción plástica. Estudió en Arts Students League y Graphic Art Center.

El realismo, en la obra de Rodolfo Abularach, constituye una auténtica experiencia humana y una manera de manifestar su yo interior. Sus concepciones básicas son testimonios que ilustran la realidad tangible del ser humano. Las obras de Abularach atravesaron una profunda transformación cuando intentó juntar los elementos del arte abstracto y del surrealismo y experimentó con texturas, como por ejemplo en dibujos sombreados hechos en lapicera y tinta, tales como "Fugitive from a Maya Lintel". Se hizo famoso a escala internacional debido a sus imágenes aumentadas del ojo humano.

En su visión de conjunto subyacen energías creadoras, que surgen como símbolo e imagen, que justifican la fe del autor por crear un orden puro y supremo. Excelente dibujante y grabador, en sus obras coinciden la técnica más firme y rigurosa cuyo oficio está al servicio de su creación. En estas últimas surge una imaginación "barroca" y un tanto agresiva. En la etapa de los "Ojos" en donde cada elemento, cada línea de gran precisión y de gran pureza de contenido crean un sentido de rara voluptuosidad y espiritualidad.

En la obra de Abularach emerge una técnica que nunca es un fin en sí misma. La creación por ciclos es una característica de este pintor. Entendemos por ello que su arte va evolucionando apoyándose en la excelente técnica de estos períodos que exponen los problemas de la vida con objetividad, como fuente y destino a un mismo tiempo Abularach basa su pintura en cierta grandeza conceptual, la basa también en la categoría de lo plástico, de la técnica, y en lo ceñido de la factura, sin que el acabado se acerque a lo objetivo como fin. Crea un realismo subjetivo y fantasmal, sobre todo en el tratamiento de la luz y sus misteriosas entonaciones. En la serie de los "Ojos" por metafísica que sea su mitología, bien sabemos que, como todas las mitologías, en ellas siempre late un poderoso sentimiento humano.

En toda su obra todo puede ser y parecer, aunque bajo la contundencia de esa realidad translúcida se puede esconder una gran dosis de lo enigmático, de lo que no se puede explicar ni decir. La serie "Los volcanes", están exentos de la presencia del hombre; aquí todo es real y todo es irreal a un tiempo en estas pinturas intrigantes. El colorido domina tanto como en la textura. Rodolfo Abularach no trata de tematizar la representación en su aspecto simbólico. De ahí que lo que este pintor representa trascienda un fuerte aliento espiritual y a la vez natural. Abularach es el gran maestro del grabado, un dominador preciso de la línea y de la técnica. Su reconocimiento como tal no se hizo esperar.
Rodolfo Abularach es un intelectual y, a la vez, un orfebre preciso y seguro que se manifiesta a través de la acción de la línea, de su limpio y a veces complicado recorrido; sabe que la línea es una de las expresiones más valederas de la energía plástica y humana. La libertad del movimiento lineal siempre va unida al control mental con que Abularach la desarrolla, con impresionante seguridad en el espacio.

El orden expresivo y el orden constructivo se hacen patentes en el gesto dinámico de este pintor. En sus últimas obras, divide los espacios del espectáculo en formas comunicantes a través de desenfoques misteriosos. Así el pintor enlaza imágenes fantasmagóricas a una especie de rigor escenográfico, jugando con una intención psicológica.

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