Biografía
La carrera de Batres como árbitro es fruto de la casualidad. El era un aficionado más de fútbol, de los que todos los fines de semana se iba al campo para chamusquear. Creció en el barrio Santa Luisa, en la zona 6, en donde todos los niños de la cuadra corrían detrás de la pelota. Su primer equipo formal fue el San Gabriel, en los campeonatos que se jugaban en los campos de La Pedrera. Batres era el defensa central y su camiseta siempre fue la número 3. "Como muchos, mi ilusión era jugar en un equipo mayor", recuerda.
Una tarde de 1983, llegó a los campos del Roosevelt para observar un partido y como no había árbitro, se animó a tomar el gorgorito. "Sabía lo que todos en la práctica, pero muy poco de teoría", cuenta. Por eso, ingresó al grupo de árbitros CIAF zona 6, en donde Miguel López le enseñó las reglas de juego y la verdadera tarea del árbitro. Trabajó junto a ellos durante diez años y después ingresó al colegio nacional de árbitros.
"Mi objetivo era pitar en la liga mayor", asegura. Trabajó en los Campeonatos del Cejusa, luego comenzó a arbitrar partidos de la categoría B, hasta que en 1993 tuvo su oportunidad en la liga mayor. "Fue un partido Amatitlán- Juventud Retalteca", recuerda. "Ya había cumplido esa meta y el siguiente paso era ser árbitro internacional".
En 1996 se le hizo. Fue designado para arbitrar un encuentro internacional en Panamá. Después participó en los torneos del área centroamericana y del caribe y allí comenzó a forjarse la trayectoria que hoy lo ha colocado en el listado de los árbitros mundialistas.
Ser árbitro no es tarea fácil porque las decisiones siempre van de la mano con la polémica. Lo critican, lo insultan desde las gradas y por lo general, suele cargar con la culpa de las derrotas. Así lo escribió el poeta uruguayo Eduardo Galeano: "Sólo el árbitro entra al campo de juego y con toda razón se persigna al ver la multitud que ruge... su trabajo consiste en hacerse odiar, esa es la única unanimidad del público... todos lo odian, lo silban siempre y jamás lo aplauden".
Pero Batres se lo toma con filosofía. "He trabajado en ligas muy difíciles, en donde no hay ningún tipo de seguridad para los árbitros", cuenta. "Desde el comienzo supe a lo que me estaba metiendo y aunque uno jamás se escapa de la crítica, creo que hay muchas personas que sí reconocen nuestra labor y saben que somos humanos y por ende, a veces nos equivocamos".
Pero en los árbitros los errores son imperdonables y los jueces -- el público y los comentaristas deportivos-- suelen ser inclementes. Es por eso que, sólo una buena preparación física y teórica garantizan un buen desempeño. "Se requiere capacidad física, concentración, estar cerca de la jugada y en una buena posición".
El temperamento también juega su parte. En la eliminatoria premundialista para el área de Centroamérica y el Caribe, Batres fue el árbitro que pitó más partidos. Fueron siete en total, y entre ellos, uno decisivo: México- Honduras, en donde se definía la clasificación, con el estadio Azteca lleno a retumbar. "Hay partidos más difíciles que otros, pero el árbitro siempre debe apoyarse en la regla", asegura. "Es como el juez, que debe aplicar la ley se trate de quien se trate, así sea Maradona o Pelé".
"Siempre me he puesto metas y he querido cumplirlas", dice Batres. "Sabía que lo máximo a lo que podía aspirar era un Mundial y lo logré".
Los días del árbitro están dedicados por completo a la preparación física. Por las mañanas, recorre la pista del estadio Mateo Flores o los alrededores del Campo de Marte. Luego, trabaja una hora en el gimnasio en donde combina la resistencia con ejercicios de pesas.
Una tercera sesión de entrenamiento lo espera por las tardes. . "El árbitro debe estar preparado para correr tanto o más que los jugadores", explica.
Carlos Batres fue el encargado del arbitraje en la final del mundial de clubes 2006 (17/12/2006) que se celebro en Japón, el mismo país que en el 2002 vio como un guatemalteco ponía orden en un mundial de futból. Sin lugar a dudas Carlos Batres es un orgullo nacional.
Una tarde de 1983, llegó a los campos del Roosevelt para observar un partido y como no había árbitro, se animó a tomar el gorgorito. "Sabía lo que todos en la práctica, pero muy poco de teoría", cuenta. Por eso, ingresó al grupo de árbitros CIAF zona 6, en donde Miguel López le enseñó las reglas de juego y la verdadera tarea del árbitro. Trabajó junto a ellos durante diez años y después ingresó al colegio nacional de árbitros.
"Mi objetivo era pitar en la liga mayor", asegura. Trabajó en los Campeonatos del Cejusa, luego comenzó a arbitrar partidos de la categoría B, hasta que en 1993 tuvo su oportunidad en la liga mayor. "Fue un partido Amatitlán- Juventud Retalteca", recuerda. "Ya había cumplido esa meta y el siguiente paso era ser árbitro internacional".
En 1996 se le hizo. Fue designado para arbitrar un encuentro internacional en Panamá. Después participó en los torneos del área centroamericana y del caribe y allí comenzó a forjarse la trayectoria que hoy lo ha colocado en el listado de los árbitros mundialistas.
Ser árbitro no es tarea fácil porque las decisiones siempre van de la mano con la polémica. Lo critican, lo insultan desde las gradas y por lo general, suele cargar con la culpa de las derrotas. Así lo escribió el poeta uruguayo Eduardo Galeano: "Sólo el árbitro entra al campo de juego y con toda razón se persigna al ver la multitud que ruge... su trabajo consiste en hacerse odiar, esa es la única unanimidad del público... todos lo odian, lo silban siempre y jamás lo aplauden".
Pero Batres se lo toma con filosofía. "He trabajado en ligas muy difíciles, en donde no hay ningún tipo de seguridad para los árbitros", cuenta. "Desde el comienzo supe a lo que me estaba metiendo y aunque uno jamás se escapa de la crítica, creo que hay muchas personas que sí reconocen nuestra labor y saben que somos humanos y por ende, a veces nos equivocamos".
Pero en los árbitros los errores son imperdonables y los jueces -- el público y los comentaristas deportivos-- suelen ser inclementes. Es por eso que, sólo una buena preparación física y teórica garantizan un buen desempeño. "Se requiere capacidad física, concentración, estar cerca de la jugada y en una buena posición".
El temperamento también juega su parte. En la eliminatoria premundialista para el área de Centroamérica y el Caribe, Batres fue el árbitro que pitó más partidos. Fueron siete en total, y entre ellos, uno decisivo: México- Honduras, en donde se definía la clasificación, con el estadio Azteca lleno a retumbar. "Hay partidos más difíciles que otros, pero el árbitro siempre debe apoyarse en la regla", asegura. "Es como el juez, que debe aplicar la ley se trate de quien se trate, así sea Maradona o Pelé".
"Siempre me he puesto metas y he querido cumplirlas", dice Batres. "Sabía que lo máximo a lo que podía aspirar era un Mundial y lo logré".
Los días del árbitro están dedicados por completo a la preparación física. Por las mañanas, recorre la pista del estadio Mateo Flores o los alrededores del Campo de Marte. Luego, trabaja una hora en el gimnasio en donde combina la resistencia con ejercicios de pesas.
Una tercera sesión de entrenamiento lo espera por las tardes. . "El árbitro debe estar preparado para correr tanto o más que los jugadores", explica.
Carlos Batres fue el encargado del arbitraje en la final del mundial de clubes 2006 (17/12/2006) que se celebro en Japón, el mismo país que en el 2002 vio como un guatemalteco ponía orden en un mundial de futból. Sin lugar a dudas Carlos Batres es un orgullo nacional.
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